Sunday, November 25, 2007



Número 2: Legalidades

Editorial

Leyes, prohibiciones y normas. Prejuicios, presunciones, saberes y teorías. Trámites, costumbres, papeles y firmas. Omisiones, generalizaciones y definiciones. Disposiciones, decretos y códigos. Legalidades.
Todas y todos nos encontramos sometidos, indiscutiblemente, al derecho, pero también a normas, a reglas y a simples legalidades que, en el trajín cotidiano, nos olvidamos de denunciar o, por lo menos, de ver críticamente. Vivimos rodeadas (ningún area de la vida en sociedad queda exenta) de líneas que definen y categorizan, que marcan afueras y adentros, prohibidos y permitidos, pertenencias o exclusiones. Es decir: condiciones. Condiciones que delimitan nuestra mirada, condiciones que guían las miradas sobre nuestros cuerpos, que brindan contextos para la comprensión de nuestras palabras; condiciones que inhiben o permiten nuestro accionar (según cuánto la satisfaga). Condiciones que se muestran naturales, razonables, invariables y que, examinadas con atención, no lo son tanto.
Ponemos, por lo tanto, el enfasis en la mirada y en la palabra como herramientas indispensables para cambiar las relaciones existentes entre los diversos elementos que intervienen en los fenómenos sociales. Porque no nos satisfacen las transgresiones, queremos transformaciones estructurales. Queremos la pregunta pero también la respuesta en forma de cambio. Queremos miradas más libres. Y palabras.

Tuesday, October 10, 2006


Número 1: El cuerpo

Editorial

Signos, presagios, prodigios, cosas extraordinarias, monstruos. Tératos. Teratología. Movimiento coercitivo de hemogeneización disciplinaria: dícese de la práctica científica abocada a la determinación y tratamiento de lo construido como mal-formado. Normalización: regulaciones represivas de la diversidad. Silenciamiento. Segregación. Opresión.
Singularidades prodigiosas y significaciones extraordinarias sólo presagian maquinarias de control, designios de silencio.
Los paseos y pasillos del debate universitario no suelen ser ajenos a las tecnologías performativas sexo-genéricas cuyo poder regulador y productivo demarca, circunscribe, diferencia y reproduce los cuerpos que controla.
Escuchar. Leer. Rendir. Callar. Repetir. Simulacros de aséptica imparcialidad. De igualdades declamadas como letras muertas.
El espacio de lo extraordinario se abre ante la mera subversión de la monstruosidad en prodigio: la rebelión de diseminar lo soterrado, de animarse a proclamar lo no dicho.
Hablar de lo que nadie dice, ocupar el vacío de las elusiones. Discutirlas, mostrarlas, ventilarlas. Sacudir el polvo del letargo.
Espantar la estéril espera de las convenciones. Animarse al debate, la propuesta y la contradicción. Recuperar la savia de enunciar lo marginado bajo el designio del agonista no domesticado.
Ser fantasía, proyecto, estética, ética, idea. Ser estructura, política, cuento, poesía. Ser disputa y metafísica, lo uno y lo múltiple. Ser todos los ríos, lo mítico, lo material, lo deconstruido, ser voluntad de poder; el rizoma, el espíritu, la física, las rosas y “la rosa". Ser gnóstico, escéptica, sofista, tlönista, o ser todos sus contrarios, sucedáneos, ajenos o diversos.
Deseos soberbios para esta módica invitación.
Bienvenidas y bienvenidos a volver a los juegos que nos pusieron a circular por nuestros laberintos. Bienvenidas a la jornada de Tératos, nave precaria de velas sin mástil, ni ataduras.

Cuerpos propios - Laura A. Arnés (fragmento)

Cuerpo: fluidos, hormonas, células, órganos, grasa, pelos, carne. Cuerpos sexuados y sexualizados, deseantes o gozosos. Cuerpos signos. Cuerpos normalizados, cuerpos intervenidos, cuerpos mutilados. Cuerpos monstruosos, cuerpos injuriados, cuerpos olvidados. Cuerpo propio.

Sabemos que las políticas sexuales (los discursos sobre el sexo y las tecnologías del género, implementadas sobre cuerpos sexualizados) son unas de las herramientas básicas para la acción biopolítica del capitalismo. Es, como establece Foucault, por el sexo, "(...) punto imaginario fijado por el dispositivo de sexualidad, por lo que cada cual debe pasar para acceder a su propia inteligibilidad (puesto que es a la vez el elemento encubierto y el principio productor de sentido), a la totalidad de su cuerpo (puesto que es una parte real y amenazada de ese cuerpo y constituye simbolicamentre el todo), a su identidad (puesto que una a la fuerza de una pulsión la singularidad de una historia)". Cuerpo sexualizado: es decir, territorializado, colonizado, convertido en objeto central de la gobernabilidad.
En este contexto, como ya notó Preciado, el cuerpo heterosexual puede pensarse como producto de una división del trabajo de la carne (el pago se hace con la libra de carne, que no se derrame ni una gota de sangre), donde cada órgano va a ser definido por su función. Cuerpo individual y colectivo, cuerpo biológico y social: la frontera comienza a diluirse. Sobre un flujo de cuerpos, deseos y placeres, las estructuras sociales y políticas se imponen, haciendo recortes arbitrarios y ejerciendo, como consecuencia, una violencia -física- sobre todos sus sujetos. Los placeres y las prácticas sexuales se (de)codificarían entonces, a partir de su relación con la ley y, tengamos en cuenta, el goce subjetivo no cotiza en el mercado. Todo aquello que implique producir y rendir menos será juzgado y rechazado: las fuerzas (productivas) se dispersan en los placeres (salvo los que permiten la reproducción). Cuerpo signo: refleja la lógica y la ley de la sociedad en la que existe. Sin embargo, los cuerpos no sólo señalan un mundo que está más allá de ellos mismos, sino que, como leemos en Butler, ese movimiento parece ser imprescindible para establecer lo que los cuerpos "son".
El sistema, codifica nuestros cuerpos. En él portamos nuestra belleza, en el está inscripto que somos mujeres u hombres y, en cifra expresa, nuestra calidad como tales. El cuerpo debe hablar sobre nuestros comportamientos y sobre nuestros placeres. Pero para conseguir esto, a la orden del día están las sexualidades que olvidan su deseo, los cuerpos mutilados (es decir, normalizados a través medicación e intervenciones) y los cuerpos reconstruidos (intervenidos quirúrgicamente para lograr un aumento en la femeneidad o masculinidad normativas). Podemos afirmar así que el estado (en su doble sentido) de los normales depende " (...) de la circulación de flujos de silicona, hormonas, flujos textuales y de las representaciones, flujo de las técnicas quirurgicas, es decir, flujos de los géneros.", y de su control estatal. Vemos entonces que sí, hay una intensificación de los cuerpos y de los discursos sobre ellos, pero una vez modelados para insertarse y recrear el orden establecido: la norma ficticia, el cuerpo imaginario.
Las tecnologías de género y sexo producen posiciones de sujetos-cuerpo aparentemente estables.Y sin embargo, los cuerpos se resisten. Hay fugas constantes del sistema. Hay fallas. Hay pliegues. "Hay cuerpos haciendo citas descontextualizadas o usos impropios de esas tecnologías de normalización.". Cuerpos monstruosos: escapan a la utilidad y buscan el placer. Reniegan de la norma, buscan su goce en los intercisios. Se masturban contra la ley. (....)

El cuerpo como precio- Ma. Sol Aguilar (fragmento)

Peajes y tarifas. Tasas, impuestos, alícuotas. Diezmos, aportes, exacciones. Costos, valías y plusvalías, valores. Precios. Contribuciones, donaciones, ofrendas, inmolaciones. Cuerpos.

Imposición normativa de ciertas formas de masculinidad y feminidad. Identidades que se pagan con el cuerpo. Tecnologías biopolíticas globales de producción y normalización.
Pensar el cuerpo, desde el cuerpo, implica una mirada del desglose sobre las construcciones de realidad: reconocer que el poder reside en todas las relaciones humanas y que, justamente, la corporalidad es el terreno de sus más precisas operaciones. Su control y disciplina subyace en los discursos sobre salud y sexualidad. Lejos de reducirse a los castigos físicos, su dominio se perpetúa modelando mentalidades y conductas. La modernidad potencia las regulaciones cuando la represión llana remite a regañadientes. Placeres y cuerpo son “pacientes” preferenciales de las tecnologías del poder-conocimiento, aunque también puedan concebirse como trincheras de resistencia.
(...)
En el sitema dominante, el biopoder, con el sexo como su principal herramienta, se impone a la vida mediante la disciplina del cuerpo y la regulación de la población. La garantía de su ejercicio se fundamenta en una mecánica disciplinaria a partir de la cual los cuerpos son concebidos maquínicamente en pos de reproducir la utilidad económica y docilidad política de los sujetos. A su vez, esa biopolìtica regula los cuerpos individuales como integrantes de la especie, controlando todos los procesos vitales, desde el nacimiento a la reproducción, de las migraciones a la muerte. Así, el dispositivo de la sexualidad permite establecer un dominio tanto sobre los individuos como sobre la especie.[3]
Sobre el cuerpo se instauran cualidades no corporales sujetas a la comprobación mágica de su naturalidad: la materia corporal funciona como donante ilegítimo de veracidad e inmutabilidad para todas las características genéricas culturalmente construidas. Sobre las diferencias corporales se instituyen clasificaciones sexuales como fundamento generalizado de diferenciación social y cultural. La falacia implícita en la concepción dominante sobre la sexualidad consiste en que sexo y género tienen como asiento el cuerpo biológico, emana de él y se transmite físicamente. Lo femenino o lo masculino de los individuos es concebido así como ahistórico, biológico, natural, inmutable y verdadero. La sexualidad está en la base del poder, la definición genérica importa ocupar diferentes lugares en el mundo asociado a destinos más o menos previsibles, se trata de una forma de integración en la jerarquía social, que implica ejercer poder sobre otros o no tenerlo ni siquiera sobre la propia existencia.[4]
En este contexto, el ideal de felicidad como plenitud vital resulta imposible, en tanto sólo puede ser concebida mediante la transgresión de lo prohibido, y es suplantada por una módica y reglamentada felicidad compensatoria. Sistemáticamente, la felicidad de unos corresponde al sufrimiento y miseria de otros.[5]

El cuerpo estandarizado - Victoria Costoya (fragmento)


Al pensar nuestro presente y su relación con el cuerpo, resulta inevitable no cuestionarse acerca de las presiones sociales que se ven materializadas sobre éste en la post-modernidad, que trae aparejada una tendencia a la uniformidad, a una "estandarización" de ciertos cánones de género y belleza.
Esta pretendida homogeneización cultural que se da en sociedades particulares en momentos determinados, se contrapone al hecho biológico de que los seres humanos nacemos con características propias que nos hacen ser seres únicos e irrepetibles; no hay "dobles" de nuestros cuerpos caminando por el mundo como en un universo paralelo sino que, a medida que va pasando el tiempo, nuestro cuerpo (primera y ultima posesión real del ser humano) se va conformando naturalmente a sí mismo diferenciándose así del resto.
Hoy en día, esta unicidad propia que nos provee la naturaleza se ve desafiada por el constante progreso de la ciencia. Basándose en la idealización de ciertas particularidades (que en el imaginario cultural se asocian a deseos o atributos como el éxito, el dinero, la sexualidad, etc.) la cirugía estética ofrece convertirnos en "productos", tendiendo a una homogenización absoluta de los cuerpos de acuerdo a ciertos estándares socialmente aceptados . Miles de ejemplos podrían citarse como casos testigo de la locura y el frenesí a los que se puede llegar por intentar alcanzar los modelos de belleza que son implícita o explícitamente impuestos por distintos componentes de la industria cultural: los medios de comunicación, la publicidad, el cine, la moda, etc, que vehiculizan los requisitos a cumplir para mantener viva la ilusión de algún día poder llegar a parecerse a los productos que ella misma auspicia.
La ciencia, por su parte, se tiñe de todo su carácter instrumental poniéndose al servicio de la industria cultural. Las técnicas usadas por la medicina en la cirugía estética son cada vez más accesibles y más eficaces. Esto crea una paradoja de la que resulta difícil salir: la ciencia nos provee con las técnicas necesarias para cambiar de alguna manera lo que nos fue impuesto desde el momento mismo de nuestro nacimiento: nuestro cuerpo; pero al mismo tiempo, esta libertad es usada para caer en un nuevo tipo de esclavitud: la estética. De esta manera, la construcción de la identidad social de mujeres y hombres es influenciada por características de la industria cultural, que juega un rol alarmante en la conformación de la identidad de los cuerpos, "contribuyendo" a fortalecer y afianzar el sentido de pertenencia a la comunidad.
Tomando de referencia a Adorno y Horkheimer, y lo que plantean en su Dialéctica del iluminismo, creo que existe una tendencia de universalización, donde lo particular queda englobado de manera arbitraria en una lógica generalizadora. Los cuerpos, al habitar en una sociedad con características pre-fabricadas, pierden su singularidad. Se anula al hombre en particular y renace generalizado, masificado . Esta masificación no queda ahora circunscripta solamente al terreno de las cosas materiales o de gustos y preferencias, sino que ha llegado a tatuarse en nuestro propio cuerpo. (...)